miércoles, 17 de julio de 2013

LA PESCA DE SALMON EN YEMEN. Paul Torday



El Doctor Jones, funcionario del gobierno británico, es embarcado en uno de los proyectos más polémicos de su gobierno. Mohamed Ben Zaidi, un rico jeque de Oriente Medio, propone un programa de colaboración para la introducción del salmón en Yemen y su posterior pesca deportiva.

Esta colaboración internacional estará marcada por los bruscos giros de un asesor que busca el reconocimiento político , la incredulidad del profesor Jones y la fe del jeque.

El hilo argumental de esta novela nos acerca a misiones imposibles, a actos de fe inspirados en un momento de iluminación o en la creencia de que un simple hecho nos hará mejores.

Al fin y al cabo, que unos salmones salvajes puedan criarse en los secos parajes de Yemen es un puro acto de fe, una utopía, una práctica casi de ciencia ficción, que sin embargo, nos enganchará y nos apasionará a lo largo de esta novela.

El punto sátiro de esta novela no hace más que recordarme la situación política que vivimos actualmente y es que la sobrehumana gilipollez de los gobiernos, no es algo exclusivo de este momento. Es algo mundialmente extendido.


En definitiva, no me queda más remedio que recomendar esta novela disparatada pero que a la vez es una crítica feroz a los gobiernos y a los políticos y por extensión, a la sociedad en la que vivimos.

Existe una versión cinematográfica (con Ewan McGregor) aunque yo aun no he visto la película.  En principio no tengo intención de hacerlo. Me quedó un fantástico sabor de boca con la novela y me temo que la película no va a estar a la altura.
De todas formas, os dejo el trailer por si tenéis interés.



jueves, 11 de julio de 2013

¡Pintor!. Esteban Hernández

 La historia que desencadena la obsesión del protagonista resulta un tanto descabellada pero, al mismo tiempo, encantadora. No sé si adelantaros algo...No, mejor no. Sólo decir que Rodrigo Celestino se dedicó a muchas cosas en su vida, una de ellas, pintor de cuartos de baño y que, debido a un pequeño secreto y a un incidente ocurrido años después, se ganaría el odio y el recelo de sus vecinos. Ahora, el protagonista, que en su juventud estuvo muy unido a Celestino, viaja a Londres para visitar a su primo pero con el objetivo de seguir descubriendo el rastro del viejo pintor. Una serie de casualidades irán desvelando el destino de los personajes de manera que al final tengamos todas las piezas del puzzle. Bueno, todas menos una.

La verdad es que es una novela gráfica bastante acertada y agradable, tanto en lo que se refiere a la historia, repleta de misterio y con algún que otro guiño humorístico, como en lo relativo a la estética y el estilo. Un dueto que, en ocasiones, parece difícil de equilibrar y compaginar con cierta gracia. Claro que ambas cosas, además de ser esenciales en cualquier novela gráfica, son subjetivas (supongo que, en estos temas, todo es subjetivo, por lo que no me preocupa demasiado), así que, aquellos que tengáis otras preferencias, me vais a perdonar pero para ser justa, con Esteban Hernández, del que creo que es un joven que merece la pena, y conmigo misma, le planto las cuatro estrellas. Ah! Añadir que esta novela gráfica fue la ganadora de la Tercera edición del Premio Internacional Fnac-SinSentido de Novela Gráfica. En definitiva, la opción perfecta para estos días de hastío estival. Bueno y para los de hastío invernal, otoñal y primaveral.

Patricia.

Una última cosa, habéis probado a mojar el techo de vuestro cuarto de baño?

miércoles, 10 de julio de 2013

La marca del meridiano. Lorenzo Silva

Tengo que reconocer que al principio el título me dejó un poco descolocado, pero según avanzas en la lectura ves que refleja perfectamente el principal asunto de la novela. Todos alguna vez hemos traspasado esa línea que separa el bien del mal, y si no lo hemos hecho, seguro que nos faltó poco para hacerlo y pudimos echarnos para atrás en el momento exacto. Y una vez que la pasas, unos tienen la fuerza y el tesón para volver al “camino recto”, por así decirlo, pero otros caen y no son capaces de salir.
La marca del meridiano”, nos muestra lo fácil que es traspasar esa línea, caer en la tentación del dinero fácil, en vivir más allá de nuestras posibilidades y de una manera tan sencilla pero a la vez peligrosa.

En esta séptima entrega, Bevilacqua, Chamorro y Arnau tendrán que investigar el caso de un guardia civil retirado que apareció colgado en un puente. Además se da el caso de que este guardia civil fue compañero de Bevilacqua cuando éste empezó en el Cuerpo, es decir, que fue su maestro en muchos aspectos.
A partir de la investigación se nos irá abriendo un mundo de corrupción, delincuencia y prostitución que a Bevilacqua le traerán muchos recuerdos de sus comienzos en la Guardia Civil.

Muchos diálogos, referencias continuas a la actualidad como el paro juvenil, la falta de créditos, la situación de los soldados españoles en Afganistán, el nacionalismo catalán, que se irán intercalando con las pesquisas de los protagonistas, lo que hace que nos encontremos con una lectura amena y que desde luego no deja indiferente, o por lo menos a mí me lo parece.
Y si a esto le unimos la posibilidad de conocer algo del pasado de Bevilacqua, un pasado en el que estuvo a punto de pasar esa línea a la que me he referido al principio, le da un toque interesantísimo a esta novela. El momento confesión de Bevilacqua a Chamarro es fantástico, no os lo perdáis.

La aparición del brigada López de asuntos internos  me parecen genial, no quiero desvelar mucho, pero tengo la sensación que este personaje va a aparecer en otras novelas de la saga. A lo mejor me confundo, pero aunque Bevilacqua insista que ya está viejo, creo que le queda mucho recorrido.

Tengo que decirlo, hasta ahora todo lo que he leído de Lorenzo Silva me ha gustado, incluida esta última novela. Creo recordar en este mismo blog, un debate sobre el Premio Planeta, no voy a entrar en este asunto, no sé si el premio es marketing y no sé si el premio es merecido a no, sólo puedo decir que me parece una buena novela y que hará pasar un rato entretenido. ¿Qué más se le puede pedir?


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